El proceso de la escritura, como todos los creativos,
ha sido analizado hasta la saciedad para intentar acertar con sus claves. Pero
no las hay. La creación es un flujo continuo, inestable, peligroso, al que
resulta imposible embutir en unas leyes racionales. No puede haber racionalidad
en las calderas profundas de nuestro intelecto, donde se cuecen las ideas, las
sensaciones, los impulsos, el excipiente en pleno hervor de nuestros deseos y
nuestros miedos.
Sin embargo, los humanos perseveramos en el intento.
Queremos encontrar la fórmula magistral que nos permita fabricar arte, sea en
la modalidad que sea, escultura, pintura o literatura. Como no cejaremos jamás
en el empeño, es un absurdo pretender escribir y no confesar alguna veleidad teórica
al respecto. Aunque no haya fórmulas magistrales, sí tenemos pequeñas recetas
de la abuela que transmitir a los que también aflige el deseo de crear.
Por eso, escrituremosnos
con el material que tengamos a mano, pese a estar tejido con la evanescente
materia de los sueños.
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